La relación humana entre el terapeuta, el enfermo y muchas veces la familia de este último
Durante muchos años, ejercí como médico ortodoxo. Por unos 13 años me dediqué casi exclusivamente a tratar enfermos terminales con dolor a quienes aliviaba de diferentes modos. Entre ellos principalmente usaba la escalera de la OMS: antiinflamatorios no esteroideos-codeína-morfina sumándole tentativamente lidocaína EV y algunos bloqueos. Gran parte de mis éxitos los atribuyo a la relación que establecía con el paciente y su familia. Quiero decir con esto que lograba una relación que excedía la meramente medicamentosa o la “obligación” de sonreír, saludar, ser amable. Sin embargo desde que he profundizado en la terapia neural siento que la relación es distinta, es mejor, más profunda, quizás porque apunta a la vida y no a la muerte; o porque respeta la singularidad del ser, lo cual genera un mayor grado de retroalimentación; o también por ambas cosas.
Indudablemente ese acercamiento –desde el alma- es un enorme colaborador para la curación o mejoría del enfermo, como así lo es para el desarrollo humano de mi persona.
Considero que la medicina clásica, mecanicista, fragmentadora, fármaco-dependiente, basada en esquemas terapéuticos semi-rígidos dirigidos desde los grandes laboratorios farmacéuticos con nuestros médicos “alimentándose” en congresos organizados por aquéllos mismos, ha conducido a una relación médico-paciente también semi-rígida, mecanicista y fragmentadora. Donde el esquema farmacológico o intervencionista impuesto, se traduce en un vínculo donde el paciente debe cumplir y el médico sonreír-saludar-ser amable. Cuando el esquema fracasa, a pesar de haber sido cumplido, la medicina clásica, en lugar de hacer una autocrítica y buscar salidas no ortodoxas, rechaza al paciente, lo acusa de culpas variadas o de padecer un trastorno “psíquico”.
El juicio del paciente
Lo que a mi juicio aporta la terapia neural a la relación médico-paciente es el optimismo de la vida. Es creer en la capacidad reparadora de la naturaleza. Es creer en el ser humano. La terapia neural es liberadora, da la oportunidad al organismo de encontrar su propio camino, sin imposiciones. La terapia neural tiene carácter libertario, pues, en lugar de imponer un camino, le da al organismo la libertad para elegir el propio. La persona tratada recupera su condición esencial, es ella misma, sin la influencia de efectos farmacológicos extraños. Esto se debe, en gran medida, a que el estímulo neuralterapéutico facilita, a través de la comunicación orgánica interna, la recuperación de circuitos de autoorganización biológicamente económicos y en consecuencia, la recuperación de funciones neurales naturales alteradas o perdidas.
El enfermo así tratado, consciente o inconscientemente, se siente íntegro, comprendido y respetado. Además responde en consecuencia tornándose el vínculo con el médico mucho más fructífero y humano.
Ahora bien, el enfermo llega con sus concepciones, expectativas y esperanzas que no necesariamente son similares a las del terapeuta.
Habrá que coordinar objetivos y tiempos. Habrá que explicar que el proceso de curación no es lineal. Es importante que el médico acepte que el enfermo sabe y percibe. Ya que que sus interpretaciones aunque parezcan “descabelladas” son de alto valor para el diagnóstico y tratamiento. También que posee un concepto de curación propio que es fundamental respetar y compartir. Son singulares sus vivencias de enfermedad, de curación y de bienestar.
Dr. Pablo Rubén Koval
Argentina, Agosto del 2016